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¿Qué piensa la empresa sobre la posibilidad de integrar o de colaborar con artistas?

Esta es la principal pregunta que les hicimos a las personas que trabajan en grandes empresas y organizaciones, durante las entrevistas que estamos realizando dentro del proceso de investigación abierta para encontrar nuevas formas de colaboración entre arte y empresa.

La intención de colaborar con artistas está ahí presente, la posibilidad también….”sería bueno, estaría muy bienpero es muy difícil”….estas son las respuestas generalizadas que nos hemos encontrado.

¿Cómo ve la empresa al artista?

El estereotipo del artista para la empresa es el de una persona egocéntrica, que lo único que le interesa es hacer su obra y que ve a la empresa como una fuente importante de dinero para financiar su obra. Pero las empresas no pretenden a cubrir el espacio que está dejando una administración local o estatal en crisis, es decir, si el arte antes se financiaba principalmente con dinero público ahora no significa que se tenga que financiar con el dinero privado de las corporaciones, “no somos un banco, por la empresa pasan artistas pidiendo dinero para su obraerror, mal empezamos”

Más allá del artista como persona que produce obras y/o experiencias, el artista, o mejor dicho, el creador contemporáneo, es una figura que puede aportar valor a una empresa, sobre todo a la hora de crear, y por lo tanto a la hora de innovar. La empresa reconoce la valía del artista/creador contemporáneo como creador, agitador y transformador.

¿Entonces porqué no sucede este encuentro entre empresa y artista más a menudo?

El problema es doble: por un lado las personas que entrevistamos dentro de las empresas reconocían que se innova poco o lo justo, “las empresas son muy conservadoras, y más ahora que no hay un duro”. Y por otro lado, el artista, en su estereotipo y percepción clásica del genio caótico, no esta capacitado ni legitimado para intervenir directamente en una empresa ya que “vive en otra realidad, desconoce el mundo empresarial y no está orientado a negocio”.

Dentro de la innovación empresarial donde podría participar el creador contemporáneo, se diferencia entre dos tipos de innovación: una que se se hace más o menos habitualmente, y que ya está sistematizada, que consiste en la creación de nuevos servicios o productos, y por otra parte, está la innovación orientada a cambio, cambios en la propia corporación. Al igual que la sociedad cambia, se supone que las empresas como parte de la sociedad, deben de cambiar con ella, no pueden vivir de espaldas a la sociedad, de espaldas a su mercado, y este tipo de innovación, orientada al cambio, es menos frecuente ya que la empresas, sobre todo las grandes y tradicionales, les cuesta mucho cambiar.

La empresa sabe que vivimos tiempos de cambio, es difícil seguir sosteniendo la visión de la crisis como paréntesis y que luego todo volverá a ser igual que antes. Es difícil de sostener, pero por otro lado sigue bastante presente, en el aire, que esto es un ciclo más de la economía y no un cambio, y la teoría no se traduce de momento en una acción clara de cambio.

Las empresas son conscientes de su ensimismamiento y de que hay afuera todo está cambiando muy rápido, saben que necesitan “refrescarse”, que tienen que adaptarse a esta nueva situación que se está cuajando, pero si es difícil mover al gigante, más difícil es aún cambiarlo, y de momento se sobrevive aplicando las fórmulas de siempre, las que nadie discute, las que siempre han funcionado. Se va postergando la totémica misión del cambio, es como esa tarea que está ahí pendiente, pero que se va posponiendo, a ver si con suerte caduca o desaparece por sí sola, porque resulta muy pesada, un esfuerzo tremendoen esta disyuntiva, del si pero no, se encuentra la empresa actualmente respecto a la innovación y al cambio.

A pesar de la crisis, de momento, las empresas grandes con las que hemos hablado siguen adelante, y también lo manifiestan así, todavía no se terminan de creer esto del cambio y al final la realidad se impone cada día; “business as usual”.

Por otro lado el cambio pasa por experimentar, por aprender y por lo tanto correr riesgos. Pasa por entrar en el laboratorio, donde todo son imprevistos, descontrol, y en definitiva un trauma para la empresa. Para cambiar hay que experimentar y para experimentar hay que equivocarse, fallar, aprender del fallo y volver a intentarlo. En una cultura empresarial orientada a resultados, al éxito inmediato, ¿como convivir con la experimentación que requiere el cambio? se presenta como uno de los grandes retos de la empresa para el siglo XXI.

Y en este tránsito por los laboratorios el artista, el agitador, el rompedor, el que se mueve como pez en el agua en estos terrenos líquidos y escurridizos, el que trabaja cada día en el laboratorio de la sociedad presente-futuro, el que expresa lo contemporáneo como nadie, es un agente que puede ser de mucha utilidad y valor para el refrescamiento de las estructuras corporativas, .

En este contexto del artista como agente de innovación, se habla de la figura del consultor mediador, alguien que sea capaz de mediar entre el artista y el empresario, “se necesitan personas que hagan de traductores entre los dos mundos”.

También está la figura del nuevo artista, que rompe los estereotipos del artista clásico, y que la empresa le reconoce como “uno de los suyos”, es ese artista empresario, o mejor dicho artistas que ahora son empresa. Steve Jobs es el gran ejemplo. Artistas que a su vez son ingenieros o programadores, o cualquier otro “complemento serio”, equilibrio y control a la locura artística, que añade el juicio y la bajada a la realidad, necesaria para poder intervenir en una organización con garantías de éxito.

Por otro lado tenemos la capacidad del artista como comunicador. El artista es un creador, pero también un gran comunicador y la empresa necesita comunicar, expresarse, conectar con un público, llamar su atención, y al arte y al artista también se les reconoce su saber hacer y su valor en el terreno de la comunicación. “Lo cierto es que las agencias de publicidad ya están llenas de artistas.”

¿En qué campos piensa la empresa que un artista podría aportar valor a la empresa?

Ultimately, hemos detectado tres campos donde la empresa entiende que pueden producirse colaboraciones entre el mundo del arte y el mundo de la empresa, basados en las capacidades y el valor que le puede aportar un artista a una organización: su capacidad de captar y expresar el momento actual (investigador, analista e inspirador), su capacidad de síntesis y de contar las cosas gráficamente y de forma sorprendente (communication) y sobre todo su capacidad de crear y transformar la realidad (innovation and change).